Aproximaciones «Un lugar en la pintura»
Inesperados equilibrios/tensiones a partir de fragmentos de una pincelada que fluye libre pero que, paradójicamente, aparece perfectamente delimitada y recortada sobre un espacio que no le corresponde. Pintura que habla de lo que no dicen las cosas; intensidad, afectos y distancias cortas.
VICKY HERREROS
Aproximaciones. Un lugar en la pintura.27.02.2014 – 29.03.2014
La obra reciente de la artista Vicky Herreros es un camino hacia lo que podríamos llamar el grado 0 de la pintura; aquí se trata de la pintura misma y del hecho de pintar.
Sin otras referencias a las que asirse en el espacio ni en el tiempo que el de su propia representación y el de su propia contemplación, la obra se despliega en el cuadro, y más allá del lienzo, en el espacio mismo, como el resultado de un rastrear lo que la pintura puede contar de sí misma.
Si hablamos de rastrear, de seguir un rastro, generalmente pensamos en la huella como la ausencia de algo que ha pasado, pensamos en una marca en la que el peso y la forma del cuerpo que ya no está deja un vacío, un registro de lo ausente que no nos satisface. Sin embargo, el rastro de pintura que ha dejado el pincel de Herreros no es registro de lo que falta sino presencia misma de lo que está.
Lo que está y no vemos es el hecho de pintar; una relación que se establece entre la manera de actuar en el espacio y el material. Lo que si vemos es lo que queda de ese gesto; la pincelada que es pintura misma, una marca del pincel como un rastillado en la grava de un jardín, un dibujo que no puede separarse del gesto que lo ha producido. A diferencia de un arte figurativo que pone la técnica al servicio de una representación, en el caso de estas obras hay una fenomenología de la producción que hace que el recorrido del brazo, el giro de la muñeca, la intención del arrastre sobre el papel, la presión, todo, sean elementos determinantes de ese resultado concreto, en el cual el gesto y la postura del cuerpo está hechos huella, no para evocar algo que ya ha pasado, sino para evidenciar lo que es.
Las obras en esta exposición se componen de momentos de producción que ligan irresolublemente el hacer y el hecho. El arrastre de la masa de materia no cesa y no debe dudar, pues una duda o un cese serían tan fatales como lo sería interrumpir el tiempo en la interpretación de una pieza al piano.
La ejecución dicta una concentración en el momento, un estar de la artista en el hacer y una significación en la forma que lejos de convertirla en ornamento la carga de contenido y la hace justo lo contrario de lo caprichoso. La hace esencial.
Acostumbrados a que la artista nos emocione desde escenarios de limpieza sutil, en los que ha trabajado la evocación sensorial del espacio más que el espacio mismo, trabajos estos en los que el espectador determina la tensión de la obra, y en los que los parámetros de lo perceptivo recomponían cada pieza, Herreros propone ahora una experiencia pictórica que suma a su recorrido anterior el hecho de hacer presente el proceso creativo.
En este sentido sin ser evocación de paisaje es paisaje, y es camino, y rio, sin ser la representación de estos, pero tiene en común con ellos que es devenir, y que es proceso. Por ello es también memoria, pero memoria presente y no recuerdo.
Como en los difusos cuadros traslúcidos de su producción anterior, en estas obras recientes el público está envuelto en una atmósfera, la diferencia es que ahora, en ese lugar en el que conviven el espectador y la pincelada, está de alguna manera la artista también.
Viendo evolucionar en el espacio estos rastreos de expresión no puedo dejar de acordarme de la carta que escribió el poeta Wang Wei a su amigo, también poeta, Pei Di, en donde recuerda: “ahora que estoy sentado completamente solo (…) no hago más que pensar en el tiempo que tú y yo, cogidos de la mano, poetizábamos bajando por el oblicuo sendero hacia las ondas centelleantes”.
Una suerte de paseo acompañado es este rastro de pintura que nos regala Vicky Herreros.
Javier Chavarría. Madrid, Marzo de 2014